Biblioteca de la Guitarra y Cuerda Pulsada

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Autor: Desconocido

Javier Molina (1868–1956) Una breve biografía

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El guitarrista Javier Molina Cundí nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) en 1868. Era hermano del bailaor Antonio Molina Cundí. Se inició a los ocho años de edad actuando en un teatro portátil en su tierra natal, como acompañante de un violinista ciego. A los doce añoz daba lecciones y junto a su hermano actuaba en fiestas íntimas.

Después de actuar en el café Vera-Cruz jerezano durante una tamporada hizo, junto a su hermano y Don Antonio Chacón, cuando este se iniciaba también en su arte, un recorrido por los pueblos de las provincias de Cádiz, Sevilla, Huelva y algunos de Extremadura por el año 1885.

Volvió al café Vera-Cruz, desde el que pasó al Filarmónico de Sevilla con Patiño, Sebastian el Chato y El Mezcla. Realizó regularmente una gira por la provincia gaditana con El Águila, y en el café El Jardinillo, de Chiclana de la Frontera, actuó con El Farola y El Tuerto Acosta.

A partir de 1907, su trayectoria artística se desarrolló alternando sus temporadas en los cafés cantantes de Jerez de la Frontera, Sanlucar de Barrameda, Puerto Real, Puerto de Santa María, Badajoz, San Fernando, Madrid y Sevilla (en el Kursaal y el Novedades principalmente) con giras por la geografía española y actuaciones en teatros, acompañando a las grandes figuras de su época desde don Antonio Chacón, Manuel Torre y la Niña de los Peines, pasando por La Macarrona, El Cojo de Málaga, Manuel Centeno, Dora la Cordobesita, El Gloria, Luisa Requejo, El Tenazas, etc. hasta Manolo Caracol, y alternando con Ramón Montoya, Paco Lucena, Luis Yance y Niño Ricardo, entre otros destacados guitarristas, durante los primeros años del siglo hasta 1936.

En los últimos años treinta y hasta su muerte se dedicó especialmente a la enseñanza de su arte, en el que ha creado escuela, y a las fiestas privadas, con algunas apariciones en público, entre ellas una gira con Luisa Requejo, actuaciones en un café de verano en su tierra natal, junto a Rafael El Carabinero, y otro recorrido por su provincia en 1940, acompañando el baile de Lola Flores.

Entre sus alumnos destacaron Palmita, El Lápiz y especialmente Manuel Morao. Se le considera el creador de la escuela jerezana. En 1954 se le tributó un homenaje en su tirra natal, auspiciado por Juan de la Plata y en 1959, por iniciativa de la Cátedra de Flamencologia y Estudios Folklóricos Andaluces, el Ayuntamiento de Jerez de la Frontera colocó una placa en su recuerdo en la casa donde nació.

Con motivo del primer centenario de su nacimiento, la Cátedra de Flamencologia le dedicó, en 1968, su VI Curso Internacional de Arte Flamenco, celebrándose una sesión en su honor, con la intervención de destacados poetas y del guitarrista Manuel Cano.

En 1964 se publicaron sus memorias (un tanto deslabazadas y falta de puntualización en cuanto a fechas) en edición preparada y prologada por Augusto Butler, quien escribió sobre él lo siguiente:

"Nadie aventajó a Javier en el más categórico y exhaustivo dominio de la guitarra flamenca. Pero si hemos de matizar en punto a uno de los más relevantes méritos concurrentes en el excepcional tocaor jerezano, será necesario decir que ninguno como él sería guardador fiel de la más estricta y ortodoxa pureza de los toques acompañantes de los más antiguos cantes. Y a seguido, que en los toques de alegrías y siguiriyas su arte alcanzaba alturas que antes tan solo lograrían, acaso, los Patiño, Lucena, maestro Pérez Arcas, Habichuela y muy pocos más".

A Javier Molina Cundi se le considera el creador de la escuela jerezana del toque. Es decir, la primera escuela de guitarra flamenca que aparece ya con una coherencia distinta. Esta llamada escuela de Jerez ha sido definida por Aniceto Barroso como "de un rasgo gitano importantísimo sobre todo en el toque por bulerías a las que imprime una pulsación envidiable y un aire seco de rasgo muy flamenco". El mismo autor considera esta escuela de menor técnica que la de Montoya, lo que es lógico, puesto que Molina Cundi ya estaba artísticamente formado y con una carrera avanzada cuando el montoyismo comenzó a ejercer su influencia decisiva. Molina y quienes le siguieron se empeñaron principalmente en los estilos de bulerías, soleares, siguiriyas, tientos y tangos, mientras se despreocupa casi del resto.

Son numerosos los testimonios del mundo de la guitarra flamenca relacionados con Javier Molina. Y así, Fernando el de Triana, elogió de esta forma su arte: "Javier Molina es el guitarrista que más cuidado tiene en conservar los acompañamientos de los más difíciles cantes antiguos, pero sin dudar un átomo en el momento que el cantador los inicie".

Juan de la Plata, abundando en lo escrito por Fernando el de Triana, llamó a Javier Molina "El Brujo de la Guitara". O sea, el más grande, porque Javier conocía todos los viejos toques flamencos y él fue, se puede decir, el que con más falsetas originales contribuyó a la creación de la escuela moderna. Y Ramón Montoya, que también fue un catedrático de los toques flamencos, único que compararse pudo con Molina, solía manifestar que al lado del jerezano se había formado como tal tocaor.

Paco Cepero, que de niño conoció a Molina le considera un guitarrista muy creativo "pero no un guitarrista de compás, era un guitarrista más de siguiriya, la siguiriya de Javier con falsetas, que todavía se siguen haciendo, pero no era un hombre que tocara mucho por bulerías".

Augusto Butler, autor de unas memorias autobiográficas del propio Molina señala la resistencia de éste a identificar a sus maestros, probablemente como "consecuencia de un ingenuo prurito de autodidaxia mal entendido". En cualquier caso los antecedentes del maestro Patiño y de Paco el Barbero fueron ciertos. De los mismos aprendería el tambien jerezano Antonio Sol, quien influiría a su vez en el propio Molina. Antonio Mairena consideraba a Molina enriquecedor de la guitarra flamenca como a Montoya "pero desarrollando los toques desde dentro".

Otro excelente cantaor que también elogió a Molina fue el sevillano Pepe el de la Matrona quien decia de él en sus memorias: "Este Javier Molina tenía un toque extraordinario y fue quien compuso el toque de alegrias en sol y la forma que se toca por bulerias también la arregló él en Jerez, y no digamos por seguiriyas lo extenso que era".

Manuel Cano por su parte valoraba la técnica de Molina Cundi como "una fluida y suave y de un bello y cristalino sonido con un timbre particular así como su justo y oportunísimo sabor flamenco en adornos y falsetas que avalan los grandes conocimientos de este maestro".

Atendiendo a las dificultades que entraña establecer maestros concretos de Javier Molina, Pepe el Tordo afirmaba que en los comienzos de sus estudios de guitarra tuvo como principal mentor a un tocaor --entre aficionado y profesional-- llamado Rafael Barroso, y desde luego parecen bastante probables los antecedentes de Patiño y Paco el Barbero.

En 1930, en una fiesta memorable de don Juan Pedro Domeq --de quien el tocaor decia que era el hombre que más dinero le habia dado a ganar de todos los que habia conocido-- Molina acompañó con la guitarra al gran Manuel Torres, quien le dijo "Javier ponmela en el 5 por seguiriyas" y cantó de forma espeluzmante. El poeta jerezano Julian Pemartin estaba presente y dejó memoria en sus versos:

"Podrá ser noche divina
que en mi recuerdo te borres,
tocaba Javier Molina
Y cantaba Manuel Torres".

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

Diccionario Enciclopédico Ilustrado de Flamenco.

El toque flamenco.- A. Alvarez Caballero.

 

 


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