Biblioteca de la Guitarra y Cuerda Pulsada

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Montoya, Carlos (España, 1903-1993)

CARLOS MONTOYA GARCÍA,  guitarrista gitano, conocido mundialmente con su propio nombre artístico  de CARLOS MONTOYA, nació en Madrid el día 13 de diciembre del año de 1903, y murió en el 1993, a los 89 años.   Durante los años 1920 recorre Europa, Asia y los Estados Unidos, consiguiendo gran fama en Nueva York. Carlos Montoya fue una figura clave del mundo de la guitarra flamenca. En la capital española, y a los 14 años ya tocaba en conciertos de todo el mundo. Se mudó a Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial, donde salía de gira en solitario y junto a la bailaora La Argentina. Se hizo famoso por su estilo idiosincrásico con la guitarra, que no era bien acogido por todo el mundo. Su mayor influencia procedía del oscuro guitarrista Currito de la Geroma. Su estilo único se puede escuchar en el álbum de publicación propia "Flamenco!".

Los padres de Carlos eran gitanos que le inspiraron a seguir la misma senda que ellos habían escogido. Su padre que se llamaba Juan García era un vendedor que le vendió los burros al ejército de España. El se murió cuando Carlos tenía dos anos. Así su madre, una mujer que se llamaba Emilia Montoya acepto la responsabilidad de criar a su hijo. Ella era una guitarrista amateur que empezó a enseñarle a Carlos como tocar la guitarra cuando el tenía ocho anos. Ella se dió cuenta que su hijo tenía un talento enorme, y decidió pedirle al hombre Pepe el Barbero que le enseñara a Carlos. Pepe el Barbero le dio a Carlos algunas lecciones hasta que él se dio cuenta que su estudiante le había superado sus habilidades, y no podía continuar las lecciones.

En Estados Unidos desde la posguerra española
Porque Carlos Montoya hizo de Estados Unidos su segunda patria y allí es seguramente el guitarrista flamenco con más prestigio de todos los tiempos. "Más que Sabicas", me dice precisamente alguien de la profesión, que por añadidura admira a Sabicas mucho más que a Montoya.Fue por primera vez allí en los años inmediatamente posteriores a la guerra civil española. Con Carmen Amaya. Hasta entonces, Carlos Montoya ño había pasado de ser un tocaor para acompañar al cante y al baile, y no de los mejores. Pero en la compañía de la genial Carmen Amaya comenzó a frecuentar Norteamérica. Allí conoció a una mujer singular, muy bella, hija de un diplomático, que se enamoró no sólo del artista, sino también del hombre. Se casaron. Aquella mujer, que hoy sigue siendo la esposa de Carlos Montoya, cambió la vida del artista. Con una visión muy norteamericana de cuál podía ser el futuro de su marido, le inspiró la idea de independizarse y establecerse en Estados Unidos. Y surgieron los primeros conciertos. La esposa se convirtió en algo así como su manager y le facilitó mucho las cosas. En la década de los cincuenta, Montoya era ya un artista consagrado; por aquella época su guitarra fue la primera del arte flamenco que arrancaba ovaciones en el Village Gate de Nueva York. Lógicamente el arte de Montoya evolucionó rápidamente. Aunque sin romper radicalmente con las fuentes flamencas, introdujo aires americanos, folk, country, jazz. Hoy cuesta bastante distinguir en las composiciones que interpreta en sus conciertos -es autor de muchas de ellas- el primigenio trémolo gitano. Su amigo Félix de Utrera, guitarrista flamenco -uno de los pocos que quedan que saben tocar de verdad para el cante y el baile-, dice: "Si volviera a España y quisiera acompañar con su guitarra a un buen cantaor, creo que ya no sabría". Y, sin embargo, el apellido Montoya es una auténtica leyenda en la historia de la guitarra flamenca. Ramón Montoya, gitano, tío carnal de Carlos, sigue siendo para muchos el papa, el nombre primero de todos en la historia del toque con duende y jondura. Está en los abecedarios de la flamencología. De una u otra manera, todos los grandes tocaores que vivieron después recibieron su prodigiosa influencia. Y eso que tocaba aún con aquellas cuerdas -la prima, la segunda y la tercera- de piel de borrego, que se despellejaban; si hubiera sido con las actuales, ¡qué brillo no hubiera tenido aquel toque! "Era como un arpa", dice el de Utrera, que llegó a oírle, no sin nostalgia. "A mí me parecía un arpa gitana". Lo triste de esta historia es que el toque de Ramón Montoya se acabó con Carlos. La dinastía no tiene continuadores.
ÁNGEL A. CABALLERO, - Madrid - 09/04/1983

 

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