Biblioteca de la Guitarra y Cuerda Pulsada

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Morilla, Manolo (España, 1924-2013)

MANUEL MORILLA VERDUGO, guitarrista de flamenco, más conocido en la historia del arte de la guitarra flamenca con su propio nombre de MANOLO MORILLA, nació en Morón de la Frontera (Sevilla) el día 15 de marzo de 1924, murió en su tierra natal el 26 de abril del 2013, hijo de Manolo y de Carmen. En las callejuelas del centro creció aquel chiquillo, entre pelotas de trapo y sueños de futbolista. Su padre tañía la guitarra rudimentariamente, mas también a sus oídos llegó la música que arrancaba a la sonanta Pepe Amaya, el hermano mayor de Diego del Gastor, que practicaba en el estudio que tenía en una accesoria de la Cuesta Portillo, escenario de sus juegos. Finalmente a Manuel le “tiró la inclinación”. Ese día el Betis, una de sus grandes pasiones, perdió un gran jugador, pero en cambio la guitarra ganó a un gran maestro.

Manolo se hizo con una guitarra y su amigo Bartolo López le puso las primeras clases. Más tarde se encaminaría a conocer al gran Pepe Naranjo, heredero de los míticos Niño Álvarez y Pepe Mesa, para que se convirtiera en su maestro. Casi setenta años después de aquel encuentro, en una serie de conversaciones mantenidas con Manuel en su casa del “barrio de la guita” –felizmente grabadas en video-, el octogenario tocaor recordaba punto por punto cómo fue aquella primera cita con Naranjo, y también las primeras clases, con sus melodías. Afortunadamente a la cadena de guitarra moronense se sumaba otro, e imprescindible por determinante, eslabón.

Al volver la vista atrás recordaba Manolo que Pepe terminó apreciándolo tanto, que incluso un día le propuso que le comprara una de sus guitarras, una Santos Hernández que había adquirido en Jerez al mismísimo Javier Molina. El precio era un capital para la época, pero Manolo se decidió y compró la guitarra, pagando su importe letra a letra en el Banesto, tras no pocos esfuerzos. Por cierto, Pepe se arrepintió de la venta y quiso recuperar la preciada sonanta, mas se topó con la decidida negativa de Manolo, que conservó aquella guitarra como un tesoro, como verdaderamente lo era.

Años aquéllos de compartir veladas con Cristóbal Jiménez -también discípulo aventajado de Naranjo-, Manolo el Gitano, El Jilguero, el Niño Rosa. Y Diego del Gastor, con el que siempre guardó una gran amistad nuestro protagonista. Época en la que forjaría su propio toque, del que ya apuntábamos en 2008 que fue concebido con la herencia recibida, pero a la que dio su propio aire, un aire que exhalaba moronería a los cuatro vientos. Y además del aire, quedan sus conocidas variaciones, conocidas por muchos aficionados como “morillerías”.

Retomamos el citado texto y remarcamos que Manolo nunca quiso vivir profesionalmente de la guitarra. Bernabé de Morón, por ejemplo, le propuso en alguna ocasión que se enrolara en uno de sus cuadros para realizar tournés por España, pero aquella vida no era para él. Su trabajo, su familia y el apego a Morón hicieron que su arte se recluyera en las benditas fiestas íntimas y algunos festivales flamencos. En el calor de la intimidad pudo acompañar a los más grandes del cante: Tomás Pavón, Antonio Mairena, Aurelio de Cádiz, Perrate de Utrera, Fernanda y Bernarda, Joselero, Miguel Vargas, Menese, El Lebrijano... y también a los aficionados del pueblo, a los que Manolo acompañaba en las reuniones en casa de “Paco el Daleao”, las fiestas de “Los Llorones” o en aquellas Misas Flamencas que lo llevaron por distintos puntos de Andalucía. De bien nacidos es ser agradecidos y desde aquí nos acordamos de aquellos moroneros que templaban con su voz la sonanta de Manolo: los malogrados Enrique Méndez, Fernandillo, Paco Moreno, Crujera, Pepe Palomo, “El Jilguero”, y también los que aún nos deleitan con sus quejíos: El “Niño Rosa”, Juan Manuel Guerra, Paco Camacho...        

También destacábamos que la singularidad que distinguió a Manolo fue la de su magisterio de la guitarra. Decenas de jóvenes recibieron las enseñanzas del Maestro Morilla. Y hasta el  “Barrio de la Guita” se acercaron no sólo jovenzuelos nacidos en el pueblo de la cal, sino de los puntos más dispares del planeta: Alemania, Japón, Australia, Estados Unidos... Incluso profesionales tomaron clases con él en busca del perfeccionamiento, como Agustín Ríos o Calixto Sánchez.  Y ahí está su escuela, su mayor legado, de la que hay profesionales de la guitarra como su hijo Juan, Tito Muñoz, Dani de Morón o Juan Torres, y otros que han pregonado su pericia como aficionados por los pueblos de nuestra Andalucía, como el malogrado “Diego Joaniquito”, Juan Luis López, Manolo Coronado, Alfonso Clavijo, o Paco “El Leri”, estos últimos tomando el testigo de la enseñanza. ENSEÑANZA, bendita palabra que debiera ser grabada con letras de oro en cualquier epitafio que se realice sobre Manolo Morilla.

Es de suponer que a partir de ahora llegarán los homenajes… póstumos. Afortunadamente Manolo tuvo en vida algunos, como un reconocimiento realizado en las Piscinas Municipales en junio 1978, magistralmente glosado por Alberto García Ulecia. También sus alumnos lo homenajearon en 1998, al igual que la Asociación de Vecinos “El Águila” de San Francisco. Y en 2008 el Foro Cultural Flamenco le otorgó su primera Insignia de Oro, en el que fue el último gran reconocimiento recibido, y que aglutinó aquel día a buena parte de la afición moronense.

En fin, creemos que los homenajes hay que darlos en vida, aunque quizá algunos ahora recapaciten y le dediquen el Gazpacho o le otorguen una Insignia de Oro... teñidos con un crespón de luto, si acaso para limpiar algunas conciencias, las mismas que se lo negaron en vida. Pero de todo hay en la viña del señor, ya lo veremos...

 Si realmente se quiere rendir tributo a este gran profesor de guitarra hay otras formas de hacerlo, como publicando de una vez por todas el documental rodado en 2008, o editando sus grabaciones caseras, tanto en solitario como con otros artistas, como por ejemplo los dúos de guitarra realizados con Diego del Gastor, o acompañando a Antonio Mairena, en memorables jornada vividas en Los Llorones.  Legado hay de sobra…

Hoy 28 de abril una pequeña porción de las cenizas de Manolo Morilla han sido esparcidas a los cuatro vientos desde el castillo de Morón, aquél bajo cuya sombra correteó desde chiquillo. Hoy nuestra tierra se ha alimentado de las simientes de uno de sus hijos más destacados, que ya tiene su sitio en nuestra historia. ¡Hasta siempre Manolo!

Publicado domingo, 28 de abril de 2013

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