ANTONIO PIÑANA CALDERON, guitarrista payo, más conocido en el mundo del arte de la guitarra con su propio nombre artístico de ANTONIO PIÑANA (HIJO), nació en Cartagena (Murcia) el 19 de mayo de 1940, hijo del gran cantaor Don Antonio Piñana Segado (padre) y Ana María Calderón. A diferencia de su padre, se especializó en el toque llegando a ser uno de los mejores en el toque por levante. Ha sido durante largo tiempo guitarrista oficial del festival del Cante de las Minas, lo que le ha permitido actuar al lado de los más grandes intérpretes. Ha grabado junto a su padre y, entre otros, con Luís de Córdoba, Chato de la Isla y Pericón de Cádiz. Durante cinco años actuó en el mítico tablao madrileño de Torres Bermejas, acompañando a Camarón de la Isla, Pansequito, etc. Su hijo Carlos sigue su estela. Nos cuenta que se establece una diferencia fundamental entre Antonio Piñana, Funcionario de la Administración del Estado (su antiguo trabajo) y Antonio Piñana, guitarrista. Explica además que el hecho de utilizar junto a su nombre el alias “hijo” radica en que su padre, importante cantaor y patriarca de los cantes mineros de Levante, también se llamaba de la misma forma; por ello, en el mundo del flamenco y en la discografía son mencionados como Antonio Piñana (padre) y Antonio Piñana (hijo). Para el maestro Piñana, el flamenco le supone media vida. La guitarra ha sido para él ese cobijo que le ha dado ánimos para seguir adelante y le ha compensado de los sinsabores que se le han presentado en el camino. A la edad de diez años cantaba flamenco y llegó, incluso, a formar pareja artística con Angelita Vidal.
Durante el cambio de voz, entre los once y doce años comenzó a tocar la guitarra por imposición de su padre. Debido al autoritarismo de éste, y al sentirse obligado, Antonio abandonó el estudio de ella. No obstante, y no después de mucho tiempo, sería a los catorce años cuando decide por voluntad propia y de forma autodidacta retomar el camino de la guitarra flamenca. Cuando le preguntamos por quienes han sido sus maestros, nos dice que el primero de todos fue su padre; éste en poco tiempo le enseñó todo lo que sabía sobre el instrumento y en cuestión de meses acabó con todo el repertorio de su progenitor. Seguidamente, aprovechando la llegada de compañías teatrales a Cartagena en aquella época, y por la amistad de su padre con ciertos guitarristas de gran renombre, entre ellos “El Niño Ricardo”, Antonio conseguía entrar en los camerinos de éstos con su guitarra en la mano, entonces se situaba frente a ellos en los momentos de ensayo y poco a poco les iba cogiendo algunas de sus técnicas. Compaginó este aprendizaje con la aportación del guitarrista clásico Cristóbal Montojo, aunque nunca pudo llegar a decir que tuvo un maestro en el amplio sentido de la palabra. Por ello, se considera un guitarrista autodidacta. A pesar de haberse codeado con numerosos guitarristas de aquella época, manifiesta guardar un gran recuerdo del Niño Ricardo y de Paco Aguilera (guitarrista de Lola Flores). Para Antonio, su padre ha sido un pilar fundamental en su vida artística puesto que fue su orientador. Con él adquirió la experiencia suficiente para acompañar al cante y, además, por mediación de él pudo entrar en el Tablao Flamenco de Torres Bermejas (Madrid) donde permaneció durante cinco años consecutivos. Sin embargo, a la edad de diecisiete años, su sueño era llegar a ser militar, por lo tanto llevó a cabo los estudios en la Escuela de la Armada con su labor de docente de guitarra flamenca. Al percatarse de que en esta última tarea “ya ganaba más que el Coronel del Tercio de Levante” dejó la Academia Militar y se dedicó completamente a la guitarra. Poco después conoció a su esposa Carmen, madre de sus seis hijos, he hizo unas oposiciones a funcionario del Estado con el propósito de acallar el poco crédito que las mentalidades de aquel entonces daban a la profesión de guitarrista.
Ha acompañado a numerosos artistas. En el cante a Camarón, El Turronero, Chano Lobato, Sordera de Jerez, Luís de Córdoba, Chato de la Isla, Pericón de Cádiz, etc… En el baile a: Lola Núñez, María La Campano, Raúl, Milagros Menjíbar, Matilde Coral, La Tati, entre otros. Durante los años sesenta, setenta, y ochenta, se dedicaba a dar conciertos como guitarrista solista, pero afirma que actualmente disfruta más “tocando para cantar o para bailar”. Nos confiesa, además, que se siente cómodo “con cualquier artista que tenga amistad con el compás” es decir, que se ajuste al ritmo y a las cadencias en cada parte de la composición. Basándose en su experiencia, nos dice que la vida del artista pasa por momentos muy buenos pero también conflictivos, sobre todo debido a los problemas que plantea la convivencia “en este mundillo del flamenco”, se precisa la habilidad de ser diplomático para poder mantenerse en el lugar idóneo que a uno le corresponde. Marruecos, Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, etc., son algunos de los países en los que ha actuado nuestro artista entrevistado. Contratos ha tenido también en casas discográficas como Hispavox, Fonogram y Beltter. A pesar de confirmarnos que en esta vida es difícil encontrar personas a las que se les pueda llamar amigos verdaderos, Antonio se siente afortunado de haber entablado una buena amistad con el guitarrista Paco Cepero, Luís de Córdoba, El Yunque, Ricardo de Madrid, Camarón, Vicente Soto “Sordera”, entre otros. Nunca tuvo que sacrificar ni renunciar a nada por el flamenco, ya que siempre llevo consigo la guitarra y sacó tiempo para su ejecución por la satisfacción que le ha producido en todo momento. Emocionalmente, las salidas de su tierra natal por asuntos profesionales fueron motivo de alegría por lo que suponía de factor novedoso, pero al mismo tiempo sintió nostalgia por la lejanía de su tierra en momentos especiales como por ejemplo en Semana Santa. Dentro de las anécdotas, recuerda con cariño al gaditano Guarino (actor y cantaor) porque en uno de sus espectáculos le hizo interpretar junto a su guitarra el papel de zapatero, un cantaor hacia de cobrador le da luz y la bailaora hacía de esposa de este último. Con estas obras lograban una excelente conexión con el público, por lo que se sentían muy contentos. Deducimos por este comentario que, Antonio, además de un extraordinario guitarrista, también podría haber sido un excelente actor. Un momento duro por el que pasó nuestro artista en cuestión, fue superar el periodo de adaptación en el Tablao de Torres Bermejas, ya que aquí “estaba la flor y nata del flamenco” en sus tres vertientes: cante, baile y toque; mientras que él, como guitarrista para baile, todavía no se sentía con suficiente seguridad hasta que en pocos meses logró situarse en el nivel que se le exigía. A partir de ese momento pudo realmente gozar con su arte.