ANTONIO SÁNCHEZ PECINO, guitarrista y letrista algecireño, más conocido en la historia del arte de la guitarra flamenco con su propio nombre artístico de ANTONIO SÁNCHEZ, nació el día 5 de febrero del año de 1908, y murió en su tierra natal de Algeciras el 23 de junio del año 1994. Se casó en 1934 con la portuguesa Lucía Gómez González. Es padre de los guitarristas Ramón de Algeciras, de Paco de Lucía y del cantaor Pepe de Lucía. Está emparentado con Paco Vallecillo. De joven se buscaba la vida comprando y vendiendo tela.
Su acercamiento al mundo del flamenco sucede al final de los años veinte. Por esos entonces él contaba veinte años y es cuando conoce al Titi de Marchena, su primer maestro. Posteriormente conoce a Rafael El Tuerto. Su aprendizaje con la guitarra le vino más de la necesidad que de la afición. Sin embargo aprendió a quererla tanto como si fuera parte de su sangre. Así fue contratado para tocar en las Ferias de Algeciras y de la Línea de la Concepción. El escritor Phoren en su libro "Paco de Lucía y familia" ofrece la siguiente cita: "Antonio Sánchez Pecino conoció y comenzó a acompañar seguidamente a tales monstruos del cante como Manuel Torre y Aurelio Sellé
También se integró en el circuito artístico buscando su parte del botín en las grandes Ferias de Cádiz, Sevilla, Jerez, Málaga etc., así como en las incontables ferias menores de toda Andalucía" Y más adelante " Cuando iba de gira por las ferias Antonio trababa conocimiento con el resto del mundo flamenco. En la Feria de Sevilla se codeaba con Niño Ricardo, Melchor de Marchena, Manolo de Huelva, Diego del Gastor, y acompañaba a muchos de los grandes bailaores y cantaores". Antonio en Algeciras frecuentaba el Pasaje Andaluz y el Bolonia junto con Antonio el Chaqueta, El Flecha, Antonio Jarrito, Paco Laberinto, Churrurú, El Mosca, El Metales y otros muchos.
En su boda acompaño con su guitarra el cante de Rafael el Tuerto. Al poco tiempo alternaba en los cabarets que había en la calle Munición, junto con muchos artistas. Sobre los años cuarenta "se asocia" con el Niño de la Botellas, y al bar que éste tenía le cambia el nombre de Bar Cádiz por el bar de la Guitarra. Allí se celebraban reuniones flamencas con Pepe Marchena, Los Pipoños de Jerez y Juanito Valderrama. Antonio fue un trabajador nato, peleo en cien batallas para darle de comer a sus hijos y ponerlos en buen sitio. Tío Evaristo en una entrevista publicada en el número 6 de la revista Al-Yazirat le dice a José Vargas. "Antonio tenía un puesto de verduras en la plaza y por la noche se buscaba la vida con la guitarra. Un busca vida muy trabajador, para darle de comer a sus niños.
Vivía en la calle San Francisco y allí iba yo con José el Pañero padre de José Lérida, a escuchar a Paco y Ramón, siendo ellos muy jóvenes". Y a principios de los sesenta marcha a Madrid donde se queda definitivamente sobre 1962. Sin tradición cantaora, se convirtió en el patriarca de tres grandes artistas. Un proceso largo y pausadamente pensado que fue el fruto de un trabajo cotidiano al que no siempre se hace referencia y al que no se le presta la atención debida cara a su valoración. Desde luego que la personalidad de Antonio para sacar a su familia adelante vista desde hoy no es fácil de entender.
Tan dura fue su contribución que a veces hacia auténticos juegos malabares para poder cumplir con las cargas que se había echado. Por ello apenas si dormía. Su hijo Ramón, según deja escrito el periodista Juan José Téllez en su libro "Paco de Lucía. Retrato de familia con guitarra" afirmó, "Mi padre ha sido un hombre que ha mirado mucho por la educación de sus hijos Mi padre ha sido como un guardián; un guardián fuerte". Estas palabras tienen una especial significación, no sólo por venir de quien viene, sino por el hecho en sí que resume. Antonio fue el protector de sus hijos, pero de unos hijos que él sabía de tipos ha, que abrazarían la columna vertebral de las esencias de este arte universal.
Él si lo sabía, sus hijos quizás no, Tal vez eran muy jóvenes para eso. Por ello su empeño era doble: darles a sus hijos una carrera, una posición, para que no pasaran lo que él paso, y a la par que sirvieran para dignificar un instrumento, un arte, que le estaba robando su orgullo y dignidad en ventas y tablaos, siempre al socaire del interés y diversión de cuatro señoritos que sólo veían en nuestros cantes, un motivo en donde poder justificar su "grandeza". Bien cierto es que no todos fueron así. Los había que eran verdaderos aficionados, pero el efecto ulterior casi siempre era el mismo. "Tú cantas y yo te pago". De eso Antonio sabía mucho, y jamás quiso que sus hijos se vieran arrastrados a esa situación. Había que sacar de ese antro de miserias al cante; había que situar a la guitarra flamenca no sólo como una fiel acompañante y servidora del mismo, sino también como una auténtica protagonista del arte.
A Paco todo eso le sirvió de mucho. Basta recordar cuando se negó acudir a Sevilla por causa de aquel desaire, no sólo contra él, sino contra nuestro arte flamenco. Más por dignidad que por orgullo Paco asumió ese reto. Sin duda que en esa toma de postura, lo que su padre le había enseñado sirvió de mucho. ¿Cuántos hubieran reaccionado de la misma manera? Posiblemente todos los que hubieran tenido un padre como Antonio Sánchez. Cuando Antonio murió en junio de 1994 dijimos de él en un artículo publicado en Europa Sur de fecha 23 de junio de ese año. "Había cumplido el pasado 5 de febrero 86 años, y en esa dilatada vida había cumplido con una meta. Con una muy difícil meta que sólo la anidan en el corazón esos pocos hombres, de los que nacen pocos en el curso de los siglos.