Javier Molina Cundí. Jerez de la Frontera 1868–1956, guitarrista más conocido en el mundo del arte de la guitarra con su propio nombre artístico de JAVIER MOLINA, nació en el Barrio de Santiago Jerez de la Frontera (Cádiz) en 1868 y murió en Jerez de la Frontera en 1956. Empezó a los ocho años acompañando a un violinista ciego en su pueblo, y a los doce años enseñaba la guitarra. Actuaba con su hermano, que bailaba, en fiestas privadas. Después de trabajar en un café cantante de Jerez, se marchó de esta ciudad en 1885 con su hermano y un joven cantaor que se llamaba Antonio Chacón, para realizar un recorrido por la mayoría de los pueblos de las provincias vecinas Andaluzas.
Siguió trabajando en los tablaos de todas las provincias de Cádiz, Sevilla, Extremadura y Madrid, donde acompañó a casi todos los grandes cantaores y bailaores de su época. También trabajó con los tocaores legendarios Maestro Patiño y Paco Lucena, y ejerció influencia sobre muchos tocaores de generaciones posteriores, como Diego el de El Gastor y Ricardo. Después de la Guerra Civil se dedicó a la enseñanza en Jerez hasta su muerte (los hermanos Morao estudiaron con él) y también participó en fiestas o locales de su ciudad. De vez en cuando trabajó de gira por España con artistas del baile y cante, y también tocó algo de guitarra clásica. Cuando tocaba en conciertos alternaba sus interpretaciones de la guitarra flamenca y la clásica, y hasta tocaba sus versiones de la música popular. Lo más destacable de su toque parecen ser los sofisticados arreglos en la mano izquierda, y el uso de las cuerdas al aire. Aunque llegó a ver gran parte del siglo XX.
Fue el fundador de la escuela jerezana de toque Butler, autor de unas memorias autobiográficas del propio Molina, señala la resistencia de éste a identificar a sus maestros, probablemente como "consecuencia de un ingenuo prurito de autodidaxia mal entendido". En cualquier caso los antecedentes del Maestro Patiño y de Paco el Barbero parecen ciertos. Antonio Mairena consideraba a Molina enriquecedor de la guitarra flamenca, como a Montoya, "pero desarrollando los toques gitanos desde dentro". Para Fernando el de Triana, Javier Molina fue "el guitarrista que más cuidado tiene en conservar los acompañamientos de los más difíciles cantes antiguos, pero sin dudar un átomo en el momento que el cantaor los inicie". Cano valoraba su técnica, "muy fluida y suave, y de un bello y cristalino sonido con un timbre particular así como su justo y oportunísimo sabor flamenco en adornos y falsetas que avalan los grandes conocimientos de este maestro"
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