FRANCISCO RODRÍGUEZ MURCIANO, el primer tocaor flamenco reconocido, se considera que el nombre más antiguo que se puede citar como guitarrista de alguna manera próximo al arte flamenco fue Francisco Rodríguez Murciano, más conocido en el mundo de nuestra historia del arte flamenco con el nombre artístico de EL MURCIANO, nació en Granada y su vida transcurrió entre los años 1795 y 1848. Gracias a una biografía de este “tocaor” primitivo, escrita por el director de orquesta y compositor Mariano Vázquez Gómez, se conoce su dedicación a la guitarra desde los cinco años y su negación a estudiar música
Igualmente se nos cuenta en la citada biografía: "El célebre músico ruso Mikhail Glinka pasó una larga temporada en Granada, y uno de sus encantos de viajero era estarse horas enteras oyendo a nuestro Rodríguez Murciano improvisar variantes a los acompañamientos de rondeñas, fandangos, jotas aragonesas, etc., que anotaba con cuidadosa persistencia el compositor ruso, empeñado, además, en traducir al piano los efectos bellísimos, cuanto desconocidos, que sacaba Rodríguez Murciano de las seis sencillas cuerdas de su instrumento"
Los más renombrados cantaores de toda Andalucía proclamaban unánimemente que la manera de acompañar las canciones bailables por "el Murciano" no tenían semejante, ni por la riqueza y novedad de sus ritmos ni por el sorprendente encadenamiento de acordes. De carácter modesto, nunca hizo valer su talento singular y siempre toco la guitarra por complacer a sus muchos amigos Pero si el no haberse sujetado a los principios de la música favoreció la espontaneidad de su inspiración, en cambio es de lamentar que se perdiesen aquellos rasgos.
Muchas veces, al pedirle Glinka o alguno otro amigo, la repetición de alguna “falseta” que les había entusiasmado, ni él mismo encontraba la manera de repetirlo, resultando, en cambio, otras tan nuevas y sorprendentes como la primera. El Vizconde de Pontecoulant, escribió sobre "El Murciano", en La Gaceta Musical Barcelonesa", número 38 (17-11-1861):
"Un abate que tocaba muy bien la gaita, y era sumamente aficionado a aquel instrumento, un día oyó al célebre Rodríguez tocar la guitarra, experimentando tan vivo placer, que cayó como sofocado, sin poder andar ni respirar; en fin, que se le sacó fuera del salón, y estuvo durante tres días en el mismo estado, asegurando que hubiera muerto si sigue estando más tiempo bajo la influencia del sonido de aquel instrumento".
D. Prat afirma que "El Murciano" murió al poco tiempo de haber ensanchado su campo de acción haciéndose construir una guitarra de siete cuerdas". Algunos de sus toques fueron recogidos por Felipe Pedrell en el Cancionero Musical Popular Español".
El compositor ruso Mijail Glinka conoció a Francisco Rodríguez "El Murciano" durante su estancia en España (1832-1835) y, como ya hemos referido anteriormente, uno de sus encantos de viajero era estarse horas enteras escuchando a "El Murciano" improvisar variantes a los acompañamientos de rondeñas, fandangos, jotas aragonesas, etc.
Glinka, a quien entusiasmaba la música de "El Murciano", intentó anotarla cuidadosamente, con la pretensión de llevarla al piano, tarea en la que fracasó una y otra vez, porque cuando quería que el guitarrista repitiese alguno de los pasajes interpretados, éste ya no se acordaba de lo que había hecho y tocaba otros. El ya citado Mariano Vázquez nos dejó también el valioso dato de que "Los más renombrados cantaores de toda Andalucía proclamaban unánimemente que la manera de acompañar las canciones bailables por "El Murciano" no tenía semejante, ni por la riqueza y novedad de los ritmos, ni por el sorprendente encadenamiento de acordes".
Aunque el maestro Vázquez hable ya de “cantaores”, es muy improbable que se refiriese a intérpretes de lo jondo. Eugenio Noel, famoso por su exacerbado antiflamenquismo, se hizo también eco de las escenas entre Glinka y Rodríguez Murciano en su obra "Nervios de la raza", situándolas en el Sacromonte y el Albaicín “granainos”.
Para concluir ya con esta destacada personalidad de los tiempos preflamencos de la guitarra, estamos de acuerdo con el juicio de valor que sobre él hizo el también guitarrista Manuel Cano, quien le consideraba "punto de iniciación de una guitarra, que si en este momento es popular, está íntimamente ligada con la guitarra flamenca por el paralelismo que existe entre el sentir del pueblo y el propio arte flamenco". El maestro decimonónico José Inzenga en su “Colección de aires populares para guitarra”, adjunta una partitura de "Malagueña tañida por Rodríguez Murciano".
En la misma antología, Mariano Vázquez escribe una sucinta biografía del guitarrista que pasamos a resumirles: “Albaicinero, Rodríguez Murciano, con tan sólo cinco años asombraba con su dominio de un guitarrillo de los llamados “tiples”. Pronto dejó la escuela para dedicarse por completo a su pasión, la guitarra. No quiso tampoco estudiar la música, conservado así toda su vida cierta fantasía, si no salvaje, independiente, tan llena de fuego como de vena inagotable siempre viva y fresca. Los más renombrados cantaores de toda la Andalucía proclamaban unánimemente que la manera de acompañar las canciones bailables El Murciano no tenía semejante, ni por la riqueza y novedad de los ritmos, ni por el sorprendente encadenamiento de acordes. De carácter modesto, nunca hizo valer su talento singular y siempre tañó en guitarra para su propio solaz, o por complacer a sus muchos amigos, que le granjeó su buen carácter y fina gracia andaluza. Pero si el no haberse sujetado a los principios de la música favoreció la espontaneidad de su inspiración que ninguna regla enfrenaba, en cambio es de lamentar que se perdiesen aquellos rasgos, quizá, como evaporados en el espacio".
Pero Orozco va mucho más allá de Vázquez al tratar la figura artística de Rodríguez Murciano. Asegura que “Este no sólo fue tañedor; también un gran conocedor, un analista serio de la guitarra. Y ahora viene lo más importante: "compositor notable de melodías y variaciones populares, no se conformaba con interpretarlas, sino que las llevaba al pentagrama con un sentido claro del valor nacionalista de esta música". Vázquez, el primer biógrafo de Murciano, manifiesta que el guitarrista se hizo construir un instrumento de siete órdenes, que empleaba para interpretar una gran rondeña sobre acorde de mi menor. Por tanto, El Murciano, no solo rascaba tripas al compás del baile, fue un concertista y creador de obras basadas en los aires populares, que además sabía de pentagramas.
De él poseemos la partitura de una Rondeña o Malagueña para guitarra, (nombrada como Malagueña se asemeja mas a lo que hoy conocemos como Rondeña) anotada por su hijo y publicada en Madrid por J. Campo y Castro, editor, con el nº 1 de la Colección de Aires Nacionales para Guitarra, dirigida por José Inzenga, quien le añade una Advertencia con su firma y unos Apuntes biográficos sobre El Murciano redactados por Mariano Vázquez. Se trata de una obra atípica, donde sospechamos la intervención de Malipieri, músico académico y profesional, a causa del tratamiento academicista y del virtuosismo que posee, virtuosismo impropio de un músico popular y ágrafo. Contiene además la anotación de un canto con acompañamiento.
Sea de Murciano, o sea de Malipieri, la pieza posee sumo interés como precedente inmediato a la irrupción de la guitarra genuinamente flamenca, y es pieza prototípica e importante del repertorio popular básico compuesto para guitarra, que hemos encontrado con anterioridad a los años 50 del siglo XIX.
Dicho lo dicho, cabría pensar en una escuela guitarrística de cierta altura. La obra de El Murciano tuvo continuidad en su hijo, conocido por Francisco Rodríguez, “Malipieri”, que además de tocar la guitarra y el piano fue maestro en el cante jondo, cantante lírico y director de orquesta. Queda claro, entonces, por la herencia dejada, que aquel Murciano que era granadino también fue un hombre de conocimiento. Éste Malipieri será colega y contertulio de Antonio Barrios Tamayo, “El Polinario” (Granada,1858-193?), continuador de la escueta guitarrística de Rodríguez Murciano y padre del destacado compositor Ángel Barrios Fernández (Albaicín, Granada, 1882-Madrid,1964), coetáneo de la guitarra flamenca moderna que vienen a representar las figuras de Ramón Montoya, Javier Molina y seguidores.
Hijo como hemos dicho de “El Murciano”, “Malipieri” que pertenecía a la llamada “cuerda granaina” y como le gustaba la guitarra flamenca y el cante grande, con tristes canciones logro enamorar a una princesa británica que pasaba una temporada de incógnito en Granada. La joven inglesa tuvo empeño en aprender a tocar la guitarra bajo la dirección del tan afamado “Malipieri” e incorporo a este en su sequito camino de Londres,. Varios meses después fue deportado de nuevo a Granada por la policía londinense y como era su costumbre volvió a la tertulia de Jorge Ronconi en la Alhambra hacia 1.852. Según explico Ramon Maurell, “La princesita, allegada en efecto a la familia real, había disgustado a la parentela con sus exageraciones por el cante jondo” Y hay término la aventura amorosa del tal “Malipieri” Como vemos, de nuevo, otro “granaino” o habría que decir dos, aparecen en los anales de la historia del flamenco como precursores del mismo, en este caso de los orígenes del toque de guitarra. Y yo me vuelvo a preguntar ¿No fue quizás en Granada donde germino este arte?
Publicado el 9 Febrero del 2012 por MIGUEL BAÑOS